A la mañana siguiente, el 1 de agosto, cumpleaños de la lobera (este día cumplió una decada)...recogi los huevos y los coloqué en un nido dentro de la rueda de la medicina.
Sentí una emoción especial -tal vez gallinacea- al ver todas las esferas reunidas y recogidas en un mullidito nido...un regocijo de unión, sentido, belleza y esperanza hizo sonreir a mi corazón.
Dí las gracias y me fuí.
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